10/09/2025
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No sé cómo llegaste aquí. Tal vez alguien te pasó el enlace. Tal vez viste este texto por accidente mientras navegabas. Tal vez lo encontraste en un rincón olvidado de internet.

No importa.

Lo único que importa es que ya estás aquí.

Y ahora ya es demasiado tarde.

Porque desde el momento en que empezaste a leer, ella ya te vio.

No cierres los ojos. No mires a tu alrededor. No pienses que es solo una historia.

Porque así es como empieza. Primero, te la cuentan. Luego, la crees. Después, ella te encuentra.

Y créeme… ella te va a encontrar.

Déjame explicarte cómo empezó todo.

Había una niña.

Una niña a la que le encantaban las historias de terror. No podía dormir sin escuchar una. No podía comer sin que su madre le contara sobre fantasmas, demonios y criaturas escondidas en la oscuridad.

Al principio, su madre se lo tomaba como un juego. Inventaba cuentos para asustarla y verla taparse los ojos entre risas nerviosas. Pero con el tiempo, la niña se obsesionó.

—Otra historia, mamá.
—Otra más.
—Solo una más antes de dormir.

Pero nunca era suficiente.

Las historias que su madre inventaba ya no le bastaban. Quería más miedo. Más terror. Más sangre.

Empezó a buscar historias en los libros viejos del abuelo. Historias que nadie debía leer.

Historias que no estaban escritas con tinta.

Con el tiempo, la niña cambió. Algo en ella se rompió.

Su madre lo notó.

Las ojeras. La forma en que miraba la oscuridad con una sonrisa. La manera en que escuchaba algo que no estaba ahí.

—¿Qué te pasa, hija?

—Escucho cosas, mamá.

—¿Qué cosas?

—Voces. Me cuentan historias.

Su madre intentó alejarla de los libros, pero ya era demasiado tarde.

La niña había aprendido algo que nadie debía saber.

Y quería más.

Esa noche, la madre no pudo más. Se sentó en la mesa de la cocina, con la cabeza entre las manos. No podía seguir así.

Sabía que su hija estaba… cambiando.

Sabía que no era normal que la niña se quedara despierta por las noches, escribiendo en la pared con los dedos ensangrentados.

Sabía que lo que la niña estaba escuchando no era imaginación.

Entonces tomó una decisión.

Preparó una taza de chocolate caliente.

Con una cuchara de plata, revolvió el veneno en la bebida. Y luego, la llamó.

La niña bajó las escaleras en silencio. La luz parpadeaba sobre su rostro pálido.

Se sentó frente a su madre.

—Toma, hija. Es tu favorito.

La niña tomó la taza con sus manos frías. Sonrió.

Y bebió.

Su madre la vio temblar. Vio cómo sus labios se amorataban. Vio cómo la taza caía al suelo, derramando el último sorbo de chocolate oscuro.

Vio cómo su hija se convulsionaba en el suelo.

Pero lo que más la asustó…

Fue que la niña no dejó de sonreír.

Hasta el último aliento.

Hasta que su cuerpo dejó de moverse.

La madre la enterró en un rincón olvidado del cementerio, sin lápida, sin flores, sin lágrimas. Nadie preguntó por ella.

Pero el silencio no duró mucho.

Porque la niña no se quedó muerta.

Esa noche, la madre escuchó un sonido en la oscuridad.

👁️ Toc, toc, toc.

Un golpeteo suave en la puerta de su cuarto.

No quería moverse.

Pero el sonido continuó.

👁️ Toc, toc, toc.

—Mamá… —susurró una voz del otro lado de la puerta—. Tengo una historia para ti.

La madre nunca volvió a ser la misma.

Al día siguiente, los vecinos la encontraron en su casa, sentada en una esquina, con los ojos abiertos y las uñas enterradas en la piel de su rostro.

Nunca volvió a hablar.

Solo repetía una frase, una y otra vez:

«No la leas sola. No la leas sola. No la leas sola».

Ahora dime algo.

¿Tú la has leído solo?

Porque si es así… ella ya te vio.

Ella ya sabe quién eres.

No intentes apagar el celular, ni la computadora. No intentes distraerte. Ella ya está en tu mente.

Esta noche, cuando sientas que algo te observa desde la oscuridad… cuando escuches un suave toc, toc, toc en la puerta de tu cuarto…

No abras.

No te muevas.

No respires fuerte.

Y, sobre todo…

No dejes de leer.

Porque si no compartes esta historia, si no se la pasas a alguien más…

Esta será la última historia que leas.

🔴 Comparte esto y pásale la maldición a alguien más. Solo así podrás dormir tranquilo.

Derechos de autor reservados a Cuauhtémoc de Jesús Domínguez Soto.