
Éramos una familia numerosa, yo era el mayor de 8 hermanos
Por ser así me divertía haciéndole maldades a los pequeños; cuando papá llegaba de trabajar, mi madre le hacia saber mis travesuras y el castigo no se hacía esperar.
Aun recuerdo que en una ocasión me dejo durmiendo en el cuarto de atrás; el cuarto de los castigos, donde se guardan los trastos y cosas vejas que ya no se usan, ni miedo me dió pues siempre me he caracterizado por ser muy valiente, el miedo es para los cobardes, decía yo.
Mis otros hermanos ya habían pasado por dicho cuarto y decían escuchar cosas raras, yo me reía de ellos, les decía crédulos.
El dia que me tocó a mi, como allí no había cama, ni sillón, ni nada, me dispuse a acomodarme en un rincón a la espera de las cosas aterradoras que según mis hermanos sucedían allí.
Se me dificulto conciliar el sueño, lo supe al contar cada una de las manecillas del reloj, ese ruidito traspasaba las paredes. En fin, que mas podía hacer.
Me reía al imaginar los ruidos espantosos que saldrían de algún lugar de aquel cuarto, nada pasaba y nada escuchaba hasta que de repente boom!!!
Sentí un tazz espantoso como cuando se viene abajo un techo, de inmediato desperté y encendí un cerillo que tenia en el bolsillo, pero no pude ver nada.
Segui durmiendo y al instante vi cuando salió de la pared lo que pareciera un hombre, su rostro lleno de sangre y su cuerpo lleno de rasguños, al parecer ocasionados por él mismo.
No lo voy a negar, palidecí, enmudecí y todo mi cuerpo se puso helado como si estuviera en un refrigerador; aquella cosa se me acercó y yo quería que se abriera la tierra y me tragara, pero eso eran sólo ilusiones mías, porque la realidad era otra, esa cosa con aspecto de hombre mas se acercaba.
En ese momento descubrí que no era tan fuerte como solía decirlo
No podía gritar porque las palabras no me salían, no podía correr porque estaba tieso del frio que emanaba aquella cosa, lo único que pude hacer fue esperar a que sucediera lo peor, sentí que mi corazón se detuvo hasta que él se compadeció de mí.
Me dijo, si me ayudas vivirás, de lo contrario, morirás.
Esas palabras me dieron un poco de alivio, aunque seguía muy asustado porque no sabía que me pediría.
Muerto del susto le pregunté que podía hacer por él y su respuesta me dejo atónito.
Me dijo, mañana cuando tus padres no estén en casa, entra en su cuarto y ve a la cajita a la que mamá no te deja meter la mano y tráeme una llave dorada que allí encontrarás junto con un frasco que pareciere ser loción, ah y eso sí, no te olvides de hacer una travesura para que tengas que volver; si no vuelves date por muerto.
Yo aún sin poder respirar le dije que si con un movimiento de mi cabeza.
Así como él me lo ordenó, lo hice y efectivamente en la cajita aquella estaba la llave y el frasco aquel; de prisa lo saqué y deje todo ordenadamente para que mamá no se diera cuenta, mas sin embargo hice buen motivo para que me castigaran.
De nuevo estaba yo en el cuarto de trastos viejos esperando que apareciera aquel ser extraño, me dormí hasta que sentí de nuevo mi cuerpo helado y ahí estaba él.
De inmediato le entregué lo que me pidió, sin poder hablar porque de nuevo había enmudecido, vi como se puso su anillo y como aplicaba la loción en su cuerpo totalmente rasguñado y ensangrentado; Su aspecto fue cambiando de una manera increíble, ya no daba miedo al verlo, pero seguía siendo un ser sobrenatural.
Yo volví en sí y él me contó la historia su vida.
Fue victima de un hechizo por parte de una malvada bruja que se enamoró de sus encantos físicos; siempre lo sedujo pero nunca obtuvo respuesta positiva de su parte. Ella al ver que no lo podía conquistar lo encerró en un pequeño agujero donde vivió cerca de 100 años hasta que por fin llego alguien fuerte a rescatarlo, ya que la malvada mujer jamás volvió por él.
A partir de ese dia en aquel cuarto de viejos trastos no se volvió a escuchar nada. Ya no es cuarto de castigo sino de diversión.
De aquel hombre extraño jamás volví a saber, sólo se que cuando me castigan y entro a aquel lugar siento un suave olor que brota de una pared.
De ese episodio solo sé yo, y lo dejare en secreto para que nadie se entere del hombre de la pared.
Lo bueno es que mis hermanos cuando los dejan allí durmiendo, ya no sienten ruidos ni cosas extrañas y mi madre aun no se da cuenta que yo andaba husmeando entre sus cosas.
Y que mas da, si se da cuenta mejor, para que me castigue y así poder volver a sentir el buen olor de aquella pared.