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«EL ÚLTIMO CANTO»

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El cielo sobre la Viuda siempre había sido gris, como sí los Dioses se hubiera olvidado de éste rincón en los límites de lo qué alguna vez fue el verdor de Sinaloa, el pueblo, atrapado entre las sierras y los oscuros bosques parecían más una sombra de lo qué alguna vez fue un lugar habitado. Las casas desmoronadas y cubiertas de moho, quedaban historias que nadie osaba contar.

Sus habitantes 3SP3ctros con ojos apagados, caminaban con pasos mudos, como si temieran despertar algo que dormía bajo sobre el suelo marchito.
Pero más allá del pueblo, en los confines del bosque espeso y frío, existía una leyenda tan vieja como el tiempo, un susurro en las noches interminables que solo los más viejos aún recordaban.
Hablaban de un canto, una melodía inigualable, que no pertenecía ni al mundo de los vivos ni de los muertos un canto que solo se escuchaba una vez, en los oídos de quienes habían experimentado la más profunda de las tristesas.un canto que traía consigo tanto la más absoluta belleza como el más desgarrador dolor.

Clara,una niña huérfana de apenas ocho años, vivía entre los 35pectros del pasado. Desde que su madre murió, no había conocido más que frío y Soledad. La casa de acogida donde la dejaban le ofrecía paredes, pero no un hogar. Las demás niñas, le tenían decían que Clara traía consigo una 0scuridad que se filtraba en sus sueños. Y quizás tenían razón por que cada noche, desde la muerte de su madre, Clara escuchaba un canto, no era algo que pudiera ignorar, pues resonaba en lo más profundo de su ser, despertando recuerdos de un amor perdido y una Soledad que jamás podría llenar.

Esa cantó, distante y triste, la perseguía incluso en sueños hasta que un día decidió que ya no podía soportar más. Era como si la melodía se hiciera más fuerte con cada latido, jalandola hacia algo desconocido.
Aquella tarde, después de soportar el maltrato de la encargada del orfanato una vez más. Clara huyó.
La niebla se arremolina a sus pies mientras corría hacia él bosque, el único lugar que parecía tener respuestas.
El camino se volvió oscuro, las ramas de los árboles alargadas como garras, parecían correrse a su paso, pero el frío no la detuvo. Sabía que debía seguir. El viento soplaba entre los árboles, y entre esos susurros inconstantes, el canto volvió a sonar; más nítido, más claro.
Pronto llegó a una pequeña cabaña, vieja y retorcida, casi oculta entre los árboles.
De ella emergió un hombre viejo, encorvado por los años, pero con ojos qué aún brillaban bajo la luz menguante del crepúsculo. Era don Salvador, un ermitaño conocido en el pueblo, un hombre al que muchos consideraban un loco por su vida en soledad.

….Has escuchado el canto ¿verdad? ..murmuró con una voz rasposa, como si ya supiera la respuesta antes de que Clara abriera la boca.
Clara asintió lentamente. Había algo en la voz de Salvador un poco que reconocía. El también, conocía el dolor.
El anciano la invitó a entrar. Dentro de la cabaña, todo estaba cubierto de una penumbra fría, las paredes de madera chirriaban como si estuvieran vivas. Salvador le sirvió un té oscuro, amargo,y en su cálido aroma, Clara sintió un vago Consuelo.

…Hay una leyenda – comenzó a decir Salvador
Dicen que en lo más profundo del bosque vive un pájaro, pero no es cualquier criatura. Solo canta una vez en el último instante de su vida, cuando se clava en una espina. Ese canto niña, no es para cualquiera. Solo aquéllos que conozcan el dolor más profundo pueden escuchar, y quienes lo hacen están destinados a sufrir una pérdida aún mayor.

Clara lo miró fijamente, sus ojos reflejaban la luz tenue del fuego. Había algo en su mirada que Salvador comprendía. La niña ya estaba rota lo que fuera que le esperaba en el bosque, no podría dañarla más de lo que ya estaba.

…Aún así, tienes derecho a decidir, pero te advierto: ese canto no trae consuelo, solo una verdad que pocos soportan. Clara no dijo nada. Sabía que no podía volver. El bosque la llamaba .Ese canto era suyo, y debía escucharlo hasta el final. Con la advertencia de Salvador aún resonando en su mente.
Clara salió de la cabaña y continuó su camino
A medida que avanzaba, el bosque se volvía más denso más opresivo la nuble se esperaba, y el aire se tornaba helado, pero allí en lo más profundo de aquel lugar, el canto volvía a sonar y no era una melodía cualquiera; era una nota tan pura tan llena de dolor, que cada fibra de su ser se estremecía.
El bosque la rodeaba, como si estuviera vivo,los árboles crujian las sombras se alargaban. Y los ojos invisibles de las criaturas del bosque que la seguían. Pero Clara no tenía m13d* , no podía sentir más m13d0 del qué ya había soportado finalmente llegó a un claro.en su centro se erguía un árbol espinoso, tan negro como la noche misma. Era un monstruo de madera y dolor, con ramas que parecían cuchillas afiladas. Y allí en la rama más alta.
El pájaro de la leyenda la esperaba.

Era pequeño su plumaje oscuro se fundía con las sombras del bosque, pero sus ojos brillaban con una tristeza inhumana.
Clara lo miró fijamente, sintiendo en su interior la conexión
El pájaro comenzó a cantar, y el mundo entero se desvaneció. No había más bosque, no había más dolor, solo el sonido sublime que emanaba de esa pequeña criatura.
Pero con cada nota. Clara sentía como su corazón se rompía, desgarrandos3. Por completo. El dolor de la mu3rte de su madre, la Soledad, la crueldad que había sufrido….todo convergía en ese momento.

El pájaro, mientras cantaba, lentamente se clavó en la espina más larga del árbol. Clara, con lágrimas corriendo por sus mejillas. Lo entendió.
El sacrificio era inevitable, pero también lo era la redención. En su último aliento. El pájaro la miró, y clara, sintiendo todo su sufrimiento, se arrodilló bajo el árbol.
Cuando el último acorde se desvaneció en el aire Clara también se desvaneció
Cuando don Salvador la encontró, Clara estaba en paz. El pájaro ya no estaba, pero su canto permanecía. Un eco que no moriría jamás.

Escrito por Cuautémoc de Jesús Domínguez Soto.

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