01/07/2024

 

Clarita como de cariño le decía su madre, era una niña de 7 años. Eliza, quedó embarazada de ella con tan solo 15 años, su madre la echo de la casa y desde entonces se vale por ella misma y su hija. Pero Eliza por su edad no conseguía un buen trabajo que le ayudara a sobrevivir junto con su hija. Habían días que les tocaba dormir en la calle pues el dinero no le alcanzaba para pagar la renta. Otros días, Eliza pasaba días sin comer para que a su hija no le faltara la leche.

Clarita, desde que era una bebé su comportamiento era extraño, Eliza miraba como sonreía sola y jugaba como si alguien estaba ahí con ella. Al principio no le dio importancia pues ella había oído que los bebés miraban ángeles. Cuando por fin Eliza consiguió un trabajo que le proporcionaría el dinero que necesitaba para vivir bien junto a su hija, se mudó a una casa con la cual estaría pagando por partes pero que al final sería suya y de la niña. Le estaba yendo bien, mejor que nunca.

Clarita, se quedaba sola en la casa durante la noche, pues su madre salía a trabajar. Eliza jamás le había contado a su hija a qué se dedicaba, por qué tenía que salir por las noches; era demasiado vergonzoso para ella y una niña tan pequeña como Clarita no debía conocer las degradaciones del ser humano.

En una de esas noches, la niña miró algo que le llamó la atención, un hombre alto de capa negra, no le podía ver el rostro, pero si sus manos, éstas parecían esqueléticas. Pero clarita no tuvo miedo debido a que ella miraba esa clase de espíritus diario. Al llegar Eliza, la niña le contó, pero Eliza pensaba que eran imaginaciones de la niña.

A la siguiente noche, aquel hombre de capa negra estaba ahí otra vez. Esta vez Clarita decidió acercarse. A una distancia que ella considero prudente se quedó parada y le preguntó

– «¿qué haces aquí? ¿Qué necesitas?»- pero no obtuvo respuesta. La niña en su inocencia, comenzó a querer entablar una conversación con aquel extraño hombre, le contaba la vida que había tenido con su madre y lo mucho que amaba a su madre. Pero aquel hombre nunca pronunció alguna palabra. Así pasaron tres días más. Y Clarita aún cuando su madre no le creía le seguía contando la visita de aquel hombre. Eliza entonces pensó que quizá podría tratarse de alguien vivo que quería hacerle daño a su hija. Sintió temor por ella, así que una noche se quedó con su hija para saber qué era lo que ocurría. Al caer la noche Eliza, salió de la casa como si en realidad iba para su trabajo. Se quedó en una esquina del patio escondida esperando que aquel hombre del que su hija hablaba apareciera. Pasó una hora y nada ocurría. En eso miró a Clarita por la ventana, estaba sentaba en uno de los sillones y parecía hablar con alguien. Eliza entonces se acercó a la ventana con mucha cautela para ver con quien platicaba su hija. Para su sorpresa Clarita esta ahí sola, hablando con alguien que al parecer era imaginario. Entonces Eliza se acordó que su hija desde muy pequeña le decía que podía ver espíritus…, éste era otro más producto de su imaginación.

Eliza siempre fue escéptica, así que siempre pensó que su hija tenía una gran imaginación. De nuevo empezó la misma rutina de ambas. Y al caer la noche Clarita estaba ahí con quien ya consideraba su amigo, sentada en un sillón, contándole sus travesuras del día. Sin embargo aquel hombre nunca había pronunciado palabra. Sólo parecía escucharla con atención.

Hasta que un día,aquel hombre misterioso abrió su boca y le dijo «Clarita, he oído tus anécdotas, tus travesuras y lo mucho que has sufrido junto con tu madre, déjame decirte quien soy. Yo soy el que viene por las almas de quienes mueren, ese es mi trabajo» a lo que Clarita le dijo «entonces tú eres la muerte. Pero… Aquí nadie ha muerto» a lo que la muerte le respondió «Clarita, tu madre fue golpeada hasta morir por un hombre a quien le ofrecía sus servicios, ella era la razón por quien venía a éste lugar». La niña. entonces comenzó a llorar y le suplicaba a la muerte que no se llevara a su madre, que ella no tenía a nadie más. La muerte entonces entristeció al ver a la niña en su angustia y desesperación, al saber que su madre había marchado.

– Entonces, estos últimos días en los que estaba con ella..¿.ya no estaba viva?

– Así es Clarita, desde el primer momento en que vine a visitarte…, aunque tú pudieras verla como espíritu…

Clarita le gritaba que por favor se la devolviera, que ella amaba a su madre. Tomó lo más valioso que tenía, su único juguete que era su osito Jeff, que se llevara a su osito Jeff y le dejara a su madre. La muerte al ver la inocencia de la niña no pude evitar derramar una lágrima. Pero Clarita, al ver que no convencía a la muerte, le ofreció lo más valioso que tenía: su vida, le dijo que también se la llevara a ella. «he disfrutado tu compañía todos estos días, y eres una buena niña, desde ahora ya no estarás sola» le dijo la muerte entre lágrimas a la niña.

Eliza y Clarita sufrieron mucho en vida, pero al final su unión fue eterna.

Eliza trabajaba de prostituta, sólo así ella vio una salida a sus problemas pero ese trabajo la condujo a la muerte.

La muerte se llevó a Clarita, se la llevó con ella y desde entonces cuentan que la muerte se deleita con las conversaciones y travesuras de Clarita, su pequeña niña…

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