27/10/2025
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Cómo cada sábado mi padre se había quedado en el pueblo tomándose unos tragos, como siempre volvería después de la media noche, en realidad no es que en casa nos molestara lo que hacía, ya que el era un hombre bastante responsable y trabajador, los sábados bajaba al pueblo se tomaba sus tragos y a eso de la media noche entraba en silencio sin molestar a nadie, iba a la cocina comía algo y se acostaba. Ese sábado fue igual a cualquier otro, con una sutil diferencia cuando el reloj de la sala dio las doce en punto de la media noche un viento huracanado golpeó las puertas y ventanas, el perro que dormía fuera en su casita dio un gemido al parecer de miedo, el viento siguió soplando y golpeando materos que habían colgados alrededor de la casa, mientras el perro seguía gimiendo en su casa, yo tape mi cabeza con la cobija, no se el porqué pero ese fuerte viento que llegó de un momento a otro me asustaba, la abuela decía que eran malos espíritus o fantasmas que van de paso y si se les abre la puerta se pueden quedar en tu casa.

A eso de las doce y media escucho los cascos de la mula de mi padre que retumban en las piedras del camino, lo sé porque ese viento no me a dejado dormir, no solo con su golpetear sino con ese silbido que trae, es como si fuera el susurro de personas, escucho con claridad cuando baja de la mula, algo que me extraña es que no escucho al perro chillarle emocionado por su llegada, así que mi padre lo llama desde fuera, la voz es la de el, pero a mis oídos suena extraña, como si estuviera triste o cansado, no parece ebrio; ¡pepito!, pero el animal no sale o al menos yo no logro escucharlo, mi padre vuelve y lo llama, ¡pepito ven! , nada, todo sigue en silencio en la casita del perro, escucho el sonar de las pisadas de mi padre, llega a la puerta, pero no logro oír cuando la abre, pero si sus pisadas cuando va a la cocina, me sonrió para mi misma, va a comer, siempre que bebe llega muerto de hambre, escucho con claridad cuando mueve trastos en la cocina, después como camina a la habitación de él y mi madre, todo queda en silencio, pero el perro afuera empieza a aullar como enloquecido, escucho que mi madre le grita desde la habitación, pepito silencio chissss, pero el animal no se llama a tratos y sigue aullando casi hasta el amanecer.

Aún no amanece por completo, cuando tres golpes en la puerta me sacan de mi agradable sueño, lo primero que veo por la ventana es la mula de mi padre, porque la dejaría en la entrada principal si el siempre la deja en el corral que queda detrás de la casa, pienso que tal vez llegó muy cansado porque no parecía tan ebrio por su voz, al lado hay otra mula que es la que trae al madrugador visitante, escucho a mi madre abrirle y soltar en llanto gritando que no puede ser, me tiro de la cama y voy a ver que a pasado, allí me dan la triste noticia, a mi padre lo mataron en la noche en la cantina, dos puñaladas en un costado, no se supo quien fue el asesino todo estaba oscuro, el terrible suceso ocurrió a eso de la media noche, la mula como presintiendo lo ocurrido reventó sus cuerdas y volvió a casa. No podía dar crédito a lo sucedido así que fui a la habitación a buscarlo, yo lo había escuchado llegar en la noche, pero en verdad allí no había nadie, mi padre había muerto, fuimos al pueblo por el cadáver y llevar a cabo los preparativos para su entierro, de camino al pueblo le conté a mi madre lo que había ocurrido en la noche, ella me dijo que era mi padre que había vuelto a recoger sus pasos y a despedirse de nosotros, es aquí donde ella me contó lo que sintió esa noche.

Ella al igual que yo escuchó el ventarrón, también cuando él llegó en la mula y al perro aullar, cuando fue a la cocina y cuando entró en la habitación, lo sintió sentarse al bordo de la cama y quitarse sus botas, ella entre dormida le preguntó si estaba muy frío afuera ya que ella sentía un frío terrible en la habitación, el le respondió con un gruñido al parecer molesto algo no muy común en el, con toda claridad sintió cuando se acostó, ella se volteó para el lado de él, para abrazarlo y para hacer el amor como cada sábado, pero al ir a abrazarlo allí no había nadie, sintió un frio terrible, fue ahí donde mandó callar al perro, ese mismo frío la hizo quedarse dormida hasta que escucho los golpes en la puerta; del asesino de mi padre nunca se supo, lo que si es seguro es que volvió a casa esa noche a despedirse